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Tan solo un 0,01 por ciento de las células presentes en los 50 centímetros cúbicos de médula ósea, normalmente extraídos de la cresta ilíaca del paciente, reúnen lo necesario para mitigar las secuelas de las lesiones medulares. Este oro celular se ha erigido como un tratamiento esperanzador para esos pacientes. Algunos de los que lo han recibido en el marco de un estudio clínico participaron en el curso de la Universidad Autónoma de Madrid sobre esta terapia avanzada coordinado por el neurocirujano Jesús Vaquero. Es el artífice de esta experiencia pionera en España, que se lleva a cabo en el Hospital Universitario Puerta de Hierro, en Majadahonda, Madrid.
Marisa Pina, una de esas lesionadas medulares que formó parte del primer ensayo desarrollado por Vaquero en el Puerta de Hierro, cuenta que hizo todo lo posible por entrar en cuanto supo de la existencia de ese estudio. “Ahora puedo ponerme de pie entre una silla y una mesa, algo impensable antes de ese tratamiento; me han devuelto la ilusión: no es solo por la mejoría en el aparato motor, es también lo que se logra en la mente y las emociones“. Su perfil resume aquel primer ensayo: lesión medular dorsal, completa, de veinte años y nunca intervenida.

Evolución en marcha

Ya son seis los estudios clínicos llevados a cabo en el centro, tres de ellos finalizados. También incluyen a afectados por lesiones incompletas, algunas con secuelas mínimas, como dificultades en la marcha. Sobre la mejoría alcanzada con el tratamiento, Mercedes Zurita, directora de la Unidad de Neurociencias del hospital madrileño, dice que “ninguno de los pacientes tratados está hoy corriendo, pero todos tienen una respuesta motora. Y no sabemos hasta dónde van a seguir evolucionando“. Vaquero abunda: “Desconocemos hasta dónde llegarán los resultados de esta terapia; de hecho, tengo pacientes que se encuentran mejor ahora, tres años después de la intervención, que al finalizar el seguimiento de un año”.
  • “Hemos tratado a algún paciente con daño cerebral adquirido por trauma dentro del uso compasivo; esperamos iniciar pronto un ensayo”
El máximo de células administradas en todos estos ensayos clínicos son 300 millones, en tres dosis con un intervalo de dos meses entre cada una. Las células madre mesenquimales autólogas, esa mínima parte que se consigue de la médula ósea del paciente, se expanden y combinan con un excipiente específico, elaborado a partir del plasma del paciente. Todo ello se procesa en una sala blanca, una unidad de producción celular que garantiza los requisitos (técnicos, de seguridad, legales, administrativos) para el desarrollo del medicamento vivo, denominado NC1.
El proceso hasta desarrollar este tratamiento experimental y su posterior ensayo clínico ha sido arduo. Son veinte años de trabajo. Zurita repasa el recorrido desde los primeros experimentos con roedores y luego con minicerdos: “Modelos difíciles de estandarizar, porque no hay dos lesiones medulares iguales, aunque se efectúen con un procedimiento idéntico, por lo que al final, el tratamiento debía estar individualizado“, apostilla. Así ocurrió, de hecho, al llegar a la clínica. La terapia celular se administró en el primer ensayo directamente en la lesión del paciente, por vía quirúrgica, en una intervención larga, planificada con técnicas de neuroimagen, que se prolongó unas cuatro o cinco horas y donde se medía con exactitud la zona en la que colocar las células y el volumen concreto.
“Todos los enfermos recuperaron la sensibilidad y disminuyeron los síntomas de espasticidad. Los resultados fueron inmediatos. Eso no nos sorprendió, pues ya vimos una mejoría en los patrones somatosensoriales en los modelos experimentales. En cambio, sí nos resultó llamativa la recuperación en el control de esfínteres, algo más difícil de medir en los animales, y en la función sexual”, expone Zurita.
  • “Nuestra lucha es que esta terapia celular se incorpore a la cartera de servicios, en centros de referencia que puedan concentrar la atención”
Los ensayos que siguieron a este primero incluyeron a pacientes con lesiones incompletas, más células y la vía de administración lumbar. “Constatamos la seguridad y que no hay efectos secundarios. El medicamento obtiene mayor efecto terapéutico a mayor dosis, por supuesto siempre limitado por el tamaño de la lesión”, aclara la directora técnica de la Sala de Producción Celular.

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